viernes, 16 de agosto de 2013

Odio los Viernes.

LAS SIGUIENTES LÍNEAS EXPRESAN DE LA MANERA MÁS DESORDENADA MI ESTADO EMOCIONAL. ÚLTIMAMENTE TENGO LA NECESIDAD DE TODO EL TIEMPO ESTAR ANALIZANDO LAS COSAS QUE SUCEDEN, TANTO EN MI CABEZA COMO FUERA DE ELLA Y LLEGO A CONCLUSIONES QUE ME RESULTAN MUY CONFUSAS.



Quiero confesar que no me gustan los viernes, la paso mal, son difíciles. Largos. Pesados. Los viernes es cuando todo me recuerda que mi vida es diferente y duele.  Ya te lo había dicho, el duelo no es fácil, nunca lo ha sido, y menos cuando no eres parte de la decisión. Los viernes duelen. Hay presión en el pecho. Un dolor real, nada imaginario. Los viernes me duelen.

Es entonces cuando empiezo a contemplar a las demás personas, todas viviendo un dolor y un duelo diferente de la mejor manera que pueden y empiezo a entender más cosas al toparme con preguntas como  “¿Por qué somos tan así?”, “¿Qué nos pasó?” “¿Dónde quedaron las ganas de querer?” Y es que sí, ya nadie quiere querer y los que sí quieren, se topan con la disyuntiva de que la persona a la que empezaron a querer, no los quiere de vuelta. Nos pasa a todos, nos está pasando ahorita, ¿lo sientes?

Esa melancolía con la que vivimos todos, que nos lleva a experimentar una y otra vez acciones o sentimientos del pasado que ahora no existen, es eso, justo eso, lo que nos impide querer, porque ya una vez nos lastimaron, porque ya una vez dolió. No, no sólo una vez, no sé cuántas veces te dolió,  te entregaste y no funcionó.

Y es cansado, resulta muy cansado no dejarnos querer por nadie, por todos y todas a quienes una y otra vez les decimos que no porque no queremos, porque estamos cómodos solteros,  porque estamos mejor así, porque nada más queremos divertirnos, porque ahorita no estamos buscando nada serio, etc. Me cansa que a todos nos canse, me cansa que todos nos vamos, que no nos queremos quedar, ¿cuántas personas más estamos dispuestos a ver salirse de nuestra vida?

Hasta parece que está de moda ser soltero, que es la mejor opción. Todos se juntan para separarse después, se juntan para luego alejarse alegando “diferencias irreconciliables” y vemos eso todos los días, y nos acostumbramos y nos resulta normal. Lo aceptamos y lo enfrentamos, pero cuando en la noche estamos acostados en nuestras camas lo único que queremos es que nos tengan bien agarrados, bien apretados y no hacemos nada para remediarlo. Y pues ¿para qué? si luchar por las cosas requiere de un esfuerzo que no estamos dispuestos a tomar porque es más fácil. Porque intentar arreglar lo que está roto ya no llama la atención en una época en la que todo es maravillosamente inmediato.

Por lo pronto, yo me miento.  Me miento todos los días cuando juego a que nada de esto me importa. Me mentí cuando dije que estaba bien, me mentí cuando ese día no di a entender cuán quebrada estaba y me miento todo el tiempo para protegerme de mí. La verdad, si quieres leerla, es que lloro cada vez que puedo.

Y tú persona guapa que me lee, cuál es tu verdad?

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