Vamos a pensar por un ratito que no estamos solos.
Vamos a pensar por un momento que todas nuestras acciones no son tan importantes ni deciden el destino fatal de nada; dejemos esa idea del efecto mariposa atrás. Aunque sea por un ratito.
Pensemos que no somos los únicos que hemos dejado a
ir a alguien especial. No somos los únicos que se han ido a dormir molestos con
alguien.
No somos los únicos que han llegado tarde. Alguien
más también ha perdido su celular y su dignidad en una borrachera, ténganlo por
seguro. Todos nos arrepentimos de haber besado a alguien, pero nos pesan aún
más los besos que no dimos (saben que no miento).
¿Ves a todos los que están en la tintorería un
sábado por la mañana o un jueves por la noche? Ellos igual trataron de aplazar
lo inaplazable, y ahora están usando los últimos calzones limpios que quedaban
en el cajón y esperando, con todo el corazón, que la ropa esté lista para
mañana. Si no, quién sabe lo que tendrán que hacer para salir a la calle y
continuar con la rutina... con o sin ropa interior.
No somos los
únicos irresponsables que prefirieron comprarse lo último en tecnología, aunque
eso significara tener que comer arroz el resto del mes. Muchas otras abuelas se
preguntan cuándo llamarán sus nietos mientras miran cómo pasa el tiempo por la
ventana, no solo las nuestras.
Y bien, ¿ya te sientes mejor? ¿Sientes cómo se levanta ese peso invisible (e invencible) de tus hombros? No tenemos por qué ser perfectos, no todo el tiempo. Es más, nunca. No tenemos que exigirnos tanto ni darnos de latigazos por lo que hacemos, lo que no hacemos y todo lo demás.
La vida es una experiencia tras otra, y lo
importante es no perder el sabor que cada una tiene, dulce o amargo. No hay que
exigirnos de más ni sentirnos la oveja negra solo porque tenemos una larga
lista de quejas sobre nosotros mismos.
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