jueves, 8 de octubre de 2009

Invasión


Nos hicieron creer que las palomas eran blancas, puras, inofensivas,…. Símbolo de la paz.
Pero las palomas en la ciudad de Buenos Aires son menos ideales: ensucian y corroen fachadas de edificios y monumentos, transmiten enfermedades y promueven el cultivo de insectos entre sus desechos.
Algunos aman a estas aves, como los niños que disfrutan con darles maiz y migas de pan (y también los vendedores de esos alimentos). Otros las ahuyentan, y no siempre con piedad.
Lejos de tratarse de una población estable, estas aves color gris azulado, que pesan unos 500 gramos, son muy prolíficas. Mientras la mayoría de los animales tienen cría una vez al año, las palomas ponen entre tres y cuatro huevos dos veces al año.
Para colmo, en la ciudad tienen comida suficiente (de los desechos humanos) y refugios en incontables cúpulas y cornisas.
Cada vez hay más y abundan sin enemigos.
Libres, dueñas de altillos y huecos entre ladrillos. Es necesario controlarlas.
Los inconvenientes sanitarios se centran en que sus desechos causan enfermedades. Además, son caldo de cultivo de cucarachas voladoras.

Con semejante prontuario, hay quienes continúan insistiendo en que la paloma y sus desechos son signo de buena suerte. Pero muchos huyen antes que ser víctimas de lluvia blanca de desechos.



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