sábado, 9 de octubre de 2010

Eres un recién llegado y al poco de conocerte ya me di cuenta de tan sólo soy tu aprendiz...


Que el mundo es un lugar prodigioso lo sabes, lo delata el faro de tu mirada estrenando el paisaje que visitas, nuevo para todos por estar tú en él. Que a veces vivir es doler, quizá lo descubras tarde, ojalá muy tarde, pero hoy has venido a recordarnos que no es tan malo crecer.
Es verdad, el planeta que te regalamos no es el que soñamos para ti, pero en esa aventura estamos, tratando de iluminar un futuro diferente, que vendrá a verte cualquiera de estos días, para recordarte que una vez nosotros lo intentamos, porque de eso no dudes, nosotros lo intentamos. Y, créeme, merece la pena hacerlo. (De los fracasos se aprende, y el único error es no intentarlo)
Nosotros, hace tiempo fuimos como tú, y ahora al verte aprender el nombre de todas las cosas, arrancas las telarañas que cubrían las viejas estanterías donde guardábamos juguetes y sueños. Pero tú no serás como nosotros. Serás mejor, serás un gigante habitando una ciudad nueva, encaramada en las copas de los árboles de un bosque más verde que este que nos abriga.
Puede que un día las sombras alarguen sus dedos, te toquen y te sientas solo. Piensa que nosotros, alguna vez, también nos sentimos así, que sobrevivimos al tedio y al abandono gracias a que siempre hay alguien como tú, con quien compartir el vuelo y emborracharse de risa y luz. Y así sabrás que nunca estarás solo, porque aunque no estemos, allí estaremos.
Todos perdimos el tiempo y la razón alguna vez y sí, a veces da la sensación de que estar vivo, es algo así como estar asustado, pero el reto es sostenerle la mirada al miedo y saber sonreír con complacencia mirándolo de reojo cuando aprendemos a torcerle el brazo y lo dejamos atrás. Verás que pocas cosas son irreparables.
Los recuerdos a veces parecen echar sal en las heridas, incluso los buenos recuerdos. Porque indiscretos nos señalan la fugacidad de las cosas y nos hacen caer en la cuenta de que, aunque ahora seamos mejores, somos otros, de que algunas experiencias son como un relámpago que ilumina brevemente la noche, como una ráfaga de viento que trae olor a mar o hierbabuena. Momentos luminosos y azules como un cielo de verano que finalmente serán víctimas de la voracidad de los relojes, de la velocidad que imponen estos tiempos.
Pero de repente apareciste tú y entonces el recuerdo dejó de doler. Porque todo cobró sentido. El mundo amanecía en ti y nosotros despertábamos.
No sé qué decirte. Nunca fui buena para dar consejos. Y aunque la edad lo exige, creo que nunca dejé de ser una niña. No sé. Estoy deseando que vayamos al cine juntos. Del amor hablamos otro día que a veces hacemos demasiada literatura al respecto y nos olvidamos de lo importante y además hay cosas que ni se hablan, ni se cantan. Se viven. Y nuestra obligación es acordarnos de hacerlo. Acordarse de vivir, digo. Así que manos a la obra.-

                                                                                       [I.S.]

domingo, 12 de septiembre de 2010

Cuento de Pasiones y Virtudes.

Antes de que este planeta estuviese habitado por hombres y mujeres viveron en él durante cientos y cientos de años pasiones y virtudes, que se aburrían de lo lindo con el transcurrir de los siglos. Así que cada día trataban de inventar un juego nuevo con el que se hiciese mas llevadera la larga, larga, larga existencia.

Solía ser la IMAGINACIÓN la que proponía los juegos y un día propuso jugar al escondite. A todas les pareció bien, estaban entusiasmadas con la idea. Pero claro ... el problema era quién contaría. La primera en levantar la mano fue la LOCURA:
- Yo cuento.
- Bueno esta bien, pues a contar. Vuelve la cara contra ese árbol y comienza la cuenta hasta cien mientras el resto nos escondemos.

La locura se dió la vuelta y empezó una cuenta imposible.
- 1, 7, 2, 55, 88, 13, ...
Y una a una se fueron escondiendo todas las pasiones y virtudes. Cada cual iba buscando el lugar mas apropiado, aquel en el que pensaba que la locura no la encontraría. Y al rato ya estaban escondidas todas excepto una, que tardaba en encontrar el lugar apropiado. Esa era el AMOR. Y es que tú y yo sabemos que el amor suele ser bastante indeciso, y vaga de una lado a otro sin saber bien dónde meterse.

La locura seguía con su cuenta.
- 55, 6, 99, 100. ¡Voy!
Y se dio la vuelta. El amor, apurado, se metió de un salto en el primer lugar que encontró: un matorral de zarzas. Y quedó agazapado con la esperanza de que no lo encontraran.

A quien primero se encontró la locura fue a la PEREZA, que había quedado tumbada.
- ¡Por la pereza!
A la imaginación la localizó entre las nubes. Y así, una a una, fueron apareciendo todas. Al rato faltaba solamente una por encontrar. Aquella era el amor. Y es que tú y yo sabemos que encontrar al amor es bastante difícil.

El juego ya empezaba a hacerse pesado, de modo que la locura empezó a impacientarse:
- ¡Amor sal ya, que se hace tarde!
Pero, como ya hemos dicho antes, el amor es muy indeciso. Y uno no solo tarda en encontrarlo, sino que a veces cuesta demasiado sacarlo a la luz. Asi que el amor, asustado, no salía.

La ENIVIDA que suele preocuparse bastante más de los problemas de los demás que de sí misma, se acerco al oído de la locura y le dijo:
- El amor esta oculto entre esas zarzas.
Muy enfadada, la locura se dirigió hacia las zarzas y empezó a gritar:
- Amor sal ya, se nos hace tarde y estoy empezando a cansarme.
Trato de meter la mano entre las zarzas para sacar al amor de las solapas, con la mala fortuna de que se pincho con una espina. Y es que tú y yo sabemos que, en ocasiones, hacer salir al amor es doloroso. Asi que agarró una vara que había junto a las zarzas, la introdujo en el matorral y empezó a agitarla entre las ramas.

De repente sonó un grito. De entre las ramas de las zarzas salió el amor con las cuencas de los ojos ensangrentadas. La locura, al agitar la vara entre las zarzas, le había sacado los ojos al amor dejándolo ciego para siempre.

Todas callaron, mirando al amor con las cuencas vacías, sin saber qué decir. Y quizás aquella fuera la única ocasión en la que la locura habló con un poco de cordura.
- No os preocupéis, desde ahora yo seré sus ojos.

Y es por eso que, desde entonces, queridos amigos, el amor es ciego y la locura son sus ojos...


I.S.

domingo, 9 de mayo de 2010