domingo, 6 de julio de 2008

La Frontera del Arte (Eduardo Galeano)


Fue la batalla más larga de cuantas se pelearon en Tuscatlán o en cualquier otra región de El Salvador. Empezó a la medianoche, cuando las primeras granadas cayeron desde la loma, y duró toda la noche y hasta la tarde de] día siguiente. Los militares decían que Cinquera era inexpugnable. Cuatro veces la habían asaltado los guerrilleros, y cuatro veces habían fracasado. La quinta vez, cuando se alzó la bandera blanca en el mástil de la comandancia, los tiros al aire empezaron los festejos.
Julio Ama, que peleaba y fotografiaba la guerra, andaba caminando por las calles. Llevaba su fusil en la mano y la cámara, también cargada y lista para disparar, colgada del cuello, Andaba julio por las calles polvorientas, en busca de los hermanos gemelos. Esos gemelos eran los únicos sobrevivientes de una aldea exterminada por el ejército. Tenían dieciséis años. Les gustaba combatir junto a julio; y en las entreguerras, él les enseñaba a leer y a fotografiar. En el torbellino de esta batalla, julio había perdido a los gemelos, y ahora no los veía entre los vivos ni entre los muertos.
Caminó a través del parque. En la esquina de la iglesia, se metió en un callejón. Y entonces, por fin, los encontró. Uno de los gemelos estaba sentado en el suelo, de espaldas contra un muro. Sobre sus rodillas, yacía el otro, bañado en sangre; y a los pies, en cruz, estaban los dos fusiles. Julio se acercó, quizá dijo algo. El gemelo que vivía no dijo nada, ni se movió: estaba allí, pero no estaba. Sus ojos, que no pestañeaban, miraban sin ver, perdidos en alguna parte, en ninguna parte; y en esa cara sin lágrimas estaba toda la guerra y estaba todo el dolor. Julio dejó su fusil en el suelo y empuñó la cámara. Corrió la película, calculó en un santiamén la luz y la distancia y puso en foco la imagen. Los hermanos estaban en el centro del visor, inmóviles, perfectamente recortados contra el muro recién mordido por las balas.
Julio iba a tomar la foto de su vida, pero el dedo no quiso. Julio lo intentó, volvió a intentarlo, y el dedo no quiso. Entonces bajó la cámara, sin apretar el disparador, y se retiró en silencio.
La cámara, una Minolta, murió en otra batalla, ahogada en lluvia, un año después.

Camina por donde nunca nadie antes haya caminado.

Haz lo que nunca nadie antes haya hecho.

Deja tus propias huellas y no pises sobre las huellas de los demás porque no dejarás marca.

Si caminas por donde ya hayas caminado, encontrarás lo que ya has encontrado.

Si te atrae una luz, síguela.

Si te conduce a un pantano, ya saldrás de él, pero si no la sigues, te preguntarás toda la vida si acaso era una estrella.

Cada día que vives es una ocasión especial.

La vida, por muy dura que se ponga a veces, se ve mejor desde detrás de una pequeña sonrisa.

A veces no nos dan a escoger entre las lágrimas y la risa, sino sólo entre las lágrimas; entonces hay que saberse decidir por las más hermosas.

Sueña lo que te atrevas a soñar.

Ve donde quieras ir.

Sé lo que quieras ser.

¡Vive!

El que quiere hacer algo, encuentra el camino.

El que no quiere hacer nada, encuentra una excusa.

Nunca se te da un sueño sin que se te den también los medios para que lo realices.

La felicidad es como la mariposa: cuanto más la persigues más te eludirá, pero si vuelves tu atención a otras cosas vendrá y suavemente se posará en tu hombro.

No son muertos los que descansan en una tumba fría, son muertos los que teniendo el alma muerta, viven todavía.

Aunque no sepas la explicación, nada ocurre sin razón.